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ESTRATEGIA DE INTERVENCIÓN EN CONFLICTOS DE FAMILIA

  • Foto del escritor: Ernesto Facundo Taboada
    Ernesto Facundo Taboada
  • 21 sept
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 23 sept

Cualquier estrategia se establece en base a los objetivos definidos. Consiste en planificar la forma en que esos objetivos se van a realizar. Listar los medios con los que se cuenta y los que son necesarios. Evaluar los escenarios posibles y diseñar el modo en que dichos medios se van a utilizar, según las circunstancias, para superar los obstáculos y obtener un resultado exitoso.


El objetivo.

En esta clase de conflictos ¿qué sería un resultado exitoso?¿cuál es el objetivo?

El objetivo es arribar a una solución justa para el conflicto (independientemente de quien salga más o menos beneficiado), en el menor tiempo posible. Justa supone de acuerdo a lo que establece la ley, y esto último implica que la prioridad para resolver el conflicto debe estar puesta en la protección de los niños, de su interés superior. El objetivo sería entonces arribar a una solución justa del conflicto, estructurada de forma prioritaria en pos del interés superior de los niños, en el menor tiempo posible. En los casos en que no haya niños, será simplemente arribar a una solución justa, estructurada en base el cumplimiento de la ley, en el menor tiempo posible.

Vamos a desglosar los elementos de este objetivo para explicarlos. Porqué incluimos, y a que nos referimos cuando hablamos de solución justa, cuando decimos en pos del interés superior del niño, y en el menor tiempo posible.

La importancia de arribar a una solución justa, ecuánime, que no perjudique o favorezca a ninguna de las partes, radica en las consecuencias posteriores de esa solución, para las relaciones familiares. Una "solución" abusiva, desproporcionada en favor de una de las partes, o que desconoce derechos reconocidos a las partes incluyendo los niños por ejemplo, podría ser cuestionada o incluso modificada judicialmente con posterioridad. En ese caso no es solución. Porque solucionar un conflicto significa terminarlo. Cerrarlo. Establecer como serán las condiciones en lo sucesivo para que esa cuestión deje de afectar la normalidad de la vida de los integrantes de la familia. Que deje de ser un tema presente. Que termine y habilite el comienzo de la nueva etapa.

Una solución abusiva, o construida en base a mentiras y ocultamientos, además genera odio y altas probabilidades de que quien lo haya aceptado por sometimiento, o para "terminar el conflicto", se arrepienta, lo cuestione luego, o pero aún, intenté cobrárselo de alguna otra forma. La verdadera solución del conflicto requiere que está claramente establecido como va a continuar la vida de la familia, sin necesidad de conversar al respecto. Y que en mayor o menor medida existe un acuerdo de cuál es la mejor forma de seguir (sin desconocer los desacuerdos que llevaron al conflicto). Todo lo contrario.

Por otra parte, en los casos en que hay niños en común, la mentira, el abuso o la desproporción ilegítima entre sus padres obra de forma muy dañina sobre ellos. Sea, por ejemplo, un padre que pretende apropiarse ilegítimamente de bienes de la familia, o una madre que busca eludir sus obligaciones alimentarias, impedir la relación con el padre, o cualquier tipo de "ventaja" ilícita, muestra a los hijos la mentira, la injusticia y el abuso, como ejemplo. Como herramienta válida. Como forma a la que puede apelarse incluso contra las personas más queridas. Les exhibe la involución. La imposibilidad de controlar el odio, la mezquindad y la ambición de poder. Y ningún niño/a está preparado para ver los aspectos más oscuros de su padre o de su madre. Les generan entonces conflictos con la realidad y les trasladan además el conflicto de los adultos. Les exigen lealtad, complicidad para dañar a su papá o a su mamá, o para convalidar y ocultar mentiras. Les imponen un opción imposible y dolorosa. Frente a ello, los chicos se defienden como pueden. La forma más común es decirle a los dos lo que quieren escuchar, lo que ellos creen que ayuda a que tanto su papá como su mamá los sigan queriendo y cuidando. No están preparados para aceptar que su madre o su padre elige pelearse con el otro antes que cuidarlos, aceptar que no son ellos lo mas importante. Que dejaron de ser la prioridad.

La importancia de que la solución propuesta esté estructurada en el interés superior del niño como forma principal de cumplimiento de la ley radica también en las consecuencias futuras de dicha solución. Nadie que verdaderamente ame a sus hijos va a arrepentirse nunca de haber estructurado toda la solución (el régimen de contacto, el pago de los gastos de los niños, la distribución de los bienes de la familia,etc.) en función de lo que se estimó en ese momento que era lo que más favorecía el desarrollo sano de los niños. Si puede uno arrepentirse de haber repartido los bienes de tal o cual manera, o de haber aceptado o rechazado alguna condición. Pero nunca de haberlo hecho en función del interés superior de los niños. Esto nos lleva a comprender en profundidad qué es el interés superior del niño.

El concepto de interés superior del niño, consagrado en el artículo 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño, exige que “en todas las decisiones que los afecten, se atienda de manera primordial a su interés superior”. Sin embargo, en la práctica, esto no siempre se traduce en una verdadera escucha de su subjetividad.

Desde una perspectiva psicoanalítica, escuchar a un niño no significa simplemente preguntarle qué quiere, sino crear un espacio neutral, fuera de la influencia directa de sus padres, donde pueda expresar su experiencia del conflicto. Este espacio —libre de presiones y centrado en su palabra— es el único entorno capaz de captar lo que el niño verdaderamente vive y necesita. El Código Civil y Comercial de la Nación Argentina, en su artículo 707, afirma que los procesos que involucren a niños deben asegurar su derecho a ser oídos y a que su opinión sea tenida en cuenta conforme a su edad y grado de madurez. A su vez, el artículo 639 dispone que las decisiones deben respetar su centro de vida, su derecho a mantener relaciones familiares significativas y a un desarrollo integral.

Desde este enfoque, el interés superior no es hacer lo que el niño quiere, sino aquello que mejor resguarda su derecho a la estabilidad, al afecto, a la protección, y al desarrollo saludable de su subjetividad. La escucha analítica no busca moldear su deseo, sino dar lugar a su palabra, entendiendo que muchas veces el conflicto familiar silencia o distorsiona su expresión.

Combinar derecho y psicoanálisis permite tomar decisiones jurídicas que no sólo sean justas desde un marco legal, sino también sensibles desde una mirada clínica. Así, la justicia se transforma en un acto de cuidado, y no sólo en un reparto de derechos entre adultos.

Finalmente, cuando incluimos en el objetivo que sea en el “menor tiempo posible”, nos referimos a que la existencia misma del conflicto legal constituye de por sí un impedimento del desarrollo normal de los integrantes de la familia. La duración prolongada de un conflicto familiar agrava sus efectos. No se trata solo de lo jurídico en disputa, sino del clima emocional que rodea a todos los involucrados, especialmente a los niños. Mientras el conflicto permanece abierto, la familia no puede alcanzar una nueva normalidad: hay tensión latente, vínculos congelados o deteriorados, y una incertidumbre constante que genera angustia. En los niños, esto se traduce en síntomas que muchas veces pasan desapercibidos —silencios, retraimiento, regresiones, miedos— pero que reflejan una vivencia subjetiva marcada por el temor y la inestabilidad.

Por eso, el derecho, cuando se orienta al interés superior del niño, debe actuar con celeridad. No por apuro, sino por responsabilidad. Resolver el conflicto lo antes posible no significa ignorar su complejidad, sino reconocer que su sola existencia afecta directamente el bienestar y desarrollo emocional del niño. Poner fin a la disputa en un tiempo razonable permite restituir un marco de previsibilidad, indispensable para que el niño pueda reorganizar sus vínculos, sentirse seguro y continuar su crecimiento en un entorno más sano y estable.


La estrategia de intervención en función del objetivo.


Por eso la estrategia de intervención para destrabar esta clase de conflictos se estructura sobre el trabajo interdisciplinario de psicoanálisis y derecho (en ese orden). Busca evitar la intervención de la justicia, que no otorga soluciones, demora significativamente todo y exacerba el odio entre las partes. A la vez busca apoyarse en mecanismos que sí funcionen, más cercanos, humanos y técnicamente sólidos. La estrategia de intervención en esta clase de conflictos se construye a partir de un abordaje interdisciplinario, que integra tres pilares: el psicoanálisis, el derecho y la inteligencia artificial. Este orden no es casual. El psicoanálisis abre la posibilidad de una escucha genuina del conflicto humano, con especial atención a la voz de los niños. El derecho garantiza el marco normativo para alcanzar una solución justa y sustentable. La inteligencia artificial, por su parte, permite acelerar procesos, organizar información y mejorar la toma de decisiones con precisión y eficiencia.


Primer paso: Escucha psicoanalítica independiente

El primer paso de toda estrategia debe ser habilitar espacios de escucha clínica que no estén mediados por la lógica judicial ni contaminados por la disputa entre los adultos. En especial cuando hay niños involucrados, es imprescindible que puedan ser escuchados sin presiones, en un entorno neutral, a través de profesionales formados para ello. Esto permite captar el impacto real del conflicto, identificar dinámicas inconscientes que lo alimentan y elaborar intervenciones ajustadas a la subjetividad de cada familia.

Este paso es clave para establecer diagnósticos no solo jurídicos, sino humanos: qué teme cada parte, qué deseos están en juego, qué heridas arrastra el vínculo, y qué efectos está teniendo en los niños. En muchos casos, este primer espacio ya produce efectos transformadores que predisponen a las partes a una negociación más razonable.


Segundo paso: Diseño jurídico de una solución justa y posible

Con la información clínica obtenida, se diseña una propuesta jurídica que respete la ley (artículos 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño, 639 y 707 del Código Civil y Comercial, entre otros), priorice el interés superior de los niños y tenga en cuenta los aspectos emocionales y vinculares del conflicto. No se trata solo de aplicar normas, sino de entender cómo hacerlo sin profundizar el daño. El derecho aquí actúa como un organizador simbólico, que permite delimitar responsabilidades, distribuir cargas y cerrar el conflicto de manera sostenible.

La solución no debe ser sólo legalmente válida, sino también emocionalmente viable. Por eso se busca que las partes, aún en desacuerdo, puedan comprender los fundamentos de lo resuelto y visualizar un camino claro hacia la nueva etapa familiar.

Una vez establecida la solución concreta más adecuada para el caso (en el caso de un divorcio, régimen de contacto con los hijos, forma en que se afrontarán sus gastos entre los padres, distribución de los bienes, etc.) se adoptan las acciones tendientes a su materialización.

En primer lugar se establece un diagnóstico del caso, un análisis de los caminos por los que puede transitar cada una de las partes de no arribar a un acuerdo, el tiempo que eso puede tomar, las probabilidades de éxito de cada uno y los costos que puede tener (solo en materia económica). Y se evalúan los recursos o remedios legales existentes para cada una de las situaciones posibles que puedan presentarse. Es decir las acciones jurídicas para tomar la iniciativa o estrategias de defensa (en función de las circunstancias del caso). Y finalmente en base a eso, se establece la estrategia específica para el caso. Es decir el objetivo concreto, las etapas del conflicto, las herramientas existentes para utilizar en cada una de las etapas, y los honorarios profesionales.

Lo ideal es arribar a un acuerdo en mediación sin tener que acudir a los tribunales. O en su defecto un arbitraje o cualquier medio alternativo de solución de conflictos. Esto es lo más rápido, lo más barato y lo mejor para todos los integrantes de la familia. Para lograrlo se estructura por un lado el acompañamiento psicológico de todos (o la mayor parte) de los integrantes de la familia, para garantizar un proceso informado, con acompañamiento profesional especializado para transitar las complejidades del proceso y que permita efectuar los informes respectivos que, en caso de conflicto judicial, favorecen una solución más rápida y acorde a las necesidades de los integrantes de la familia. Por otro lado se incorporan especialistas en materia de mediación para acercar a las partes y buscar descomprimir el conflicto y evitar la instancia judicial.

Si nada de eso evita la crisis, se acude a la judicialización como último recurso.

Junto con eso se estructura un sistema de resguardo y difusión de información y documentación clave del caso para preservarla en función del conocimiento de los niños (cuando estén preparados para ello) y de otros miembros de la familia de modo que se conozca la verdad respecto de lo que busca y lo que pide cada una de las partes, de forma documentada y profesional.


Tercer paso: La acción judicial con asistencia de inteligencia artificial.

En el caso en que no pueda evitarse, se realizan las acciones judiciales necesarias para tomar la iniciativa o neutralizar las acciones de la contraria (según corresponda), buscando siempre preservar el bienestar y tranquilidad de los niños, su conocimiento de la verdad y su protección. Es decir, privilegiando la relación con los niños al “triunfo a cualquier precio” en materia judicial. La experiencia indica que ese termina un siendo un triunfo a largo plazo a los ojos de los niños/as, y que se agradece durante toda la vida. Es una etapa muy dolorosa para todos los integrantes que también de requiere acompañamiento psicoanalítico, para poder transitarla de forma más saludable y tomando las decisiones correctas y para ir informando al juzgado de los avances de forma sistemática y ágil.

La inteligencia artificial se integra como soporte estratégico, no como reemplazo. Se utiliza para organizar documentación, detectar incoherencias, prever escenarios futuros (por ejemplo, cálculo de cuotas alimentarias o regímenes de cuidado), y reducir tiempos operativos. También puede ser entrenada para detectar patrones discursivos que revelen manipulaciones, ocultamientos o situaciones de riesgo para los niños.

Además, la IA permite mantener trazabilidad del caso, registrar decisiones, facilitar el contacto entre las partes y profesionales, y garantizar que cada paso esté documentado, lo que refuerza la transparencia y evita dilaciones innecesarias.


Cierre y acompañamiento

El cierre del conflicto no es solo la firma de un acuerdo o la sentencia judicial. Implica una elaboración simbólica y emocional del nuevo estado de cosas. Por eso, la estrategia prevé un acompañamiento posterior, breve pero clave, que asegure que lo pactado se cumple, y que permita intervenir tempranamente si surgen dificultades. Esto protege especialmente a los niños, quienes suelen quedar sin voz una vez que los adultos “resuelven”.



Eye-level view of a person reading a book in a cozy setting


 
 
 

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